Innovación y sostenibilidad en el cultivo del tomate

Elisa Plumed
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El hortícola es uno de los subsectores más innovadores del sector agrario y de hecho, en un producto tan emblemático como el tomate, hay una frase que casi se ha convertido en dicho: “detrás de un tomate hay más tecnología que en un iphone”.

El pódcast “Cultivando el Medio Ambiente” con Pedro Ruiz García, agricultor, ingeniero agrícola y presidente de la Cooperativa granadina La Palma, (entidad referente en la producción de tomate, reconocida en 2021 como Mejor Cooperativa Agro-alimentaria de España), así lo da a entender. Según García, sus agricultores se han centrado en buscar el sabor en los tomates, y por ello, en la década de los 80 ya innovaron al introducir el cultivo del cherry, en concreto, la variedad Josefina.

Actualmente, los agricultores de La Palma, además de hortalizas como pimiento, pepino, judías verdes o aguacates, también trabajan en tomates como el Adora y el Amela, ambas marca comerciales que son muy reconocidas por su sabor; (de hecho, este último, el Amela, ha recibido el premio a la innovación en la feria Fruit Logística y el premio europeo al sabor en el “Superior Taste Award”).

Una de las razones por las que el Amela consigue un mayor esplendor en el paladar es porque en lugar de producir cinco o seis kilos por rama, su productividad se reduce a dos o a tres kilos. Además, para ello, reduce el consumo de agua de los 60 litros por kilo de tomate que se precisan en el cultivo del tomate convencional, a los diez litros de agua por tomate que se utilizan en el Amela.

Pero estas bondades en sabor y en reducción de consumo de agua se manifiestan en su coste, ya que el tomate Amela se vende a unos 20 euros el kilo o más. “Si buscas excelencia, la productividad es menor”, afirma Pedro Ruiz, y por ello justifica que, para que el agricultor pueda seguir trabajando, el precio tiene que ser superior

Sostenibilidad

La Palma apuesta por la energía solar, y en este sentido quiere reducir al máximo en sus explotaciones el uso de biocombustibles y sustituirlos por placas solares, y así, en un futuro, comercializar sus productos con una etiqueta que garantice que para cultivarlos no se han utilizado energías fósiles.

Y es que, en un momento en el que el consumidor cada vez es más consciente de la importancia de los productos de proximidad, la Cooperativa La Palma quiere aprovechar y poner en valor cuáles son sus condiciones de producción, ya que el 90 por ciento de sus clientes son de Centro Europa.

Por otra parte, la huella hídrica es otra de las preocupaciones de la Cooperativa La Palma y, aunque el 70% de sus explotaciones ya cuentan con sensores que miden en tiempo real el uso eficiente de dicho recurso, quieren instalar esta tecnología en el 100% de sus fincas.

 

Desarrollo local 

Los números de la Cooperativa La Palma son importantes: factura alrededor de 150 millones de euros al año; cuenta con 800 hectáreas de invernadero que están en manos de más de 700 agricultores y dan trabajo a más de 2000 personas; posee varios centros de recepción de cosecha, manipulación y envasado, almacén de suministros, laboratorio microbiológico y físico químico y centro propio de I+d+i.

Por ello, su actual presidente quiere que todo el valor que ha generado la agricultura en la zona sea reconocida por las nuevas generaciones y de este modo rejuvenecer el campo. En este sentido, Pedro Ruiz señala: “Organizamos cursos para los hijos de los socios actuales, para incorporarlos”, un proyecto que se vio interrumpido por el Covid19 y espera recuperar en breve, “puesto que la profesión de agricultor es tan digna como otra cualquiera y muy necesaria”, concluye.

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