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La sequía vuelve a ser noticia. En julio los embalses estaban al 47,9% de su capacidad máxima, cifra claramente por debajo de las medias de los últimos 5 y 10 años (67,9% y 65,0% respectivamente). Desde octubre, que es cuando comienza el año hidrológico, ha llovido menos de lo normal (un 13%) y para colmo, esta primavera ha sido especialmente calurosa, lo que agrava los efectos de la falta de agua.
La sequía es un fenómeno cíclico en climas mediterráneos, que se ve agravado por los efectos del Cambio Climático. Desde 1995, los embalses de nuestro país no mostraban niveles similares.
La falta de lluvia nos afecta de muchas maneras, unas más evidentes y otras menos. Favorece la aparición de incendios forestales y que se acumule contaminación sobre las ciudades. Sube también el precio de la electricidad y las emisiones de CO2, al no haber agua embalsada con la que obtener energía hidroeléctrica. Pero, sin duda, los más afectados por esta situación son agricultores y ganaderos, que hacen su trabajo siempre mirando al cielo.
Los cultivos más afectados son los de secano – cereales, olivo, almendro … – que necesitan de ese agua que cae del cielo para poder germinar y crecer bien, para formar las espigas o para que los frutos se formen correctamente… Trigos y cebadas han crecido tan esmirriados que algunos agricultores no se han molestado en pasar la cosechadora, ni siquiera la empacadora, ya que apenas se ha formado paja que aprovechar. Por su parte, muchos ganaderos se encuentran con pastos secos y bebederos sin agua suficiente para sus animales. Pero estos no son un cultivo, que a las malas se puede dejar sin cosechar; hay que proporcionarles pienso y paja, más caros debido a la propia sequía, y llevarles el agua en depósitos móviles. En definitiva, una situación que lleva a agricultores y ganaderos a perder miles de euros al día, ya sea por el dinero que invierten y no pueden recuperar o por el que pierden a diario por mantener a sus rebaños en condiciones pero sin ser apenas productivos.
No vale afirmar vehementemente el Cambio Climático en los foros internacionales y luego ignorarlo de vuelta a casa, gestionando el agua a golpe de improvisación, como algo que se almacena en embalses y luego sale por el grifos o los canales de riego, y no como lo que realmente es, un recurso indispensable para la vida y el desarrollo.
Ante este panorama, la administración, que parece que funciona en el corto plazo, ha respondido declarando la cuenca del Segura en situación de emergencia y las del Duero y Júcar, en situación de alerta. Estas declaraciones permiten la adopción de ciertas medidas de urgencia que, aunque son bienvenidas, no solucionan los problemas a largo plazo.
Y es una pena, porque la administración central tiene una magnifica herramienta a su disposición de la que apenas hace uso, según denuncian varias asociaciones ecologistas. Se trata de los Planes Hidrológicos de Demarcación. De obligado cumplimiento según la Directiva Marco de Agua europea, permiten integrar todas las medidas necesarias para gestionar el agua, algo que hay que hacer tanto en épocas de abundancia como de sequía.
Redacción: Caridad Calero