Los superalimentos: salud para las personas y también para el campo

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«Los alimentos de hoy en día, no saben a nada y no alimentan», «les atiborran de pienso – o abono químico si se trata de plantas – para que crezcan rápido, y claro, no tienen ni vitaminas ni minerales ni nada de nada». Cada vez es más frecuente escuchar frases como estas, que muestran la preocupación de la gente por lo que come, pero también la gran ignorancia sobre cómo se producen muchos de los alimentos que consumimos hoy en día. Pero sobre esto último ya hablaremos en otra ocasión.

Da la sensación de que la comida normal y corriente no basta para cubrir nuestras necesidades nutricionales y conviene recurrir a «superalimentos»: para asegurarnos de estar «supervitaminados y supermineralizados», para no oxidarnos e incluso para prevenir el cáncer. La lista es larga, varía con las modas e incluye alimentos de lo más variado: alimentos de origen exótico como el ginseng, las bayas de Goji, la famosa quinoa o quinua, la maca andina, el camu camu o el açai, la cúrcuma, el teff, las algas Spirulina y Clorella, semillas de lo más variado – chía, lino o cáñamo – e incluso productos tradicionales que recuperan cierto prestigio como son la col rizada o «kale», los frutos secos, la algarroba o el ajo.

Los nutricionistas llevan advirtiendo desde hace tiempo que, aunque muchos de estos alimentos tengan cualidades nutricionales realmente interesantes, ninguno es indispensable en la dieta, y ni mucho menos milagroso. Innovar en la cocina e incorporar nuevos alimentos en el menú diario es algo positivo, pero realmente lo que aporta salud, o la quita, es el patrón alimentario y no el comer grandes cantidades de un solo producto, por muy saludable que parezca. Aunque me temo que, frente al potente reclamo de «productos sanos que sanan», poco queda por hacer.

Pero, ¿y si miramos la moda de los superalimentos desde otro punto de vista?. Lo que para unos es cuestión de modas, para los agricultores puede suponer una oportunidad para diversificar cultivos. Al fin y al cabo, si estos productos se venden mejor que los cereales, el aceite, las hortalizas o las legumbres, ¿por qué no cultivarlos?

Muchos de estos superalimentos vienen del otro lado del Atlantico – quinua, chía -. Otros, tradicionales como el Kale o nuevos híbridos como el Bimi o Brocolini. vienen del norte de Europa. E incluso algunos formaban parte de la dieta mediterránea y se han cultivado desde siempre. El caso es que, con la gran variedad de climas y suelos que tenemos en España es posible cultivar muchos de ellos.

Estos nuevos cultivos pueden suponer una alternativa viable para algunos agricultores por diversas razones: porque la demanda es alta y se obtiene buen precio por las cosechas, porque permite ahorrar costes (fertilizantes, fitosanitarios, maquinaria de labor) o porque puedan introducirse en las rotaciones de cultivo habituales rompiendo así el ciclo de determinadas plagas o mejorando las propiedades del suelo.

El consumo de quinoa, semillas de chía o kale ha subido un 200% en 4 años. Los dos primeros ya ocupan centenares de hectáreas en España y se han colado en la industria alimentaria, gracias a la apuesta de algunas marcas por los nuevos productos «funcionales», como un yogur semillas de quinoa o las ensalada con «superingredientes». Cada uno, a la hora de la compra ya decidirá qué importancia quiere darle a estos superalimentos, pero es innegable que posiblemente supongan una interesante fuente de salud para el campo español.

Redacción: Caridad Calero

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