Mamá, quiero ser agricultor

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El otro día, cuando Pablito salía del colegio, nada más ver a su madre, le dijo emocionado, «mamá, quiero ser agricultor». —»Está muy bien»—, le contestó, —»que tengas claro a qué te quieres dedicar, pero ¿sabes en qué consiste realmente ser agricultor?» (la madre de Pablito es músico y tiene bien interiorizado que no todas las profesiones son tan bonitas como las pintan). El niño respondió muy serio —»Si, nos lo han contado hoy en la granja escuela, y es chulísimo porque haces muchas cosas distintas»—.

Como en el entorno cercano de los padres de Pablito no había ningún agricultor o ganadero, y el muchacho parecía tan entusiasmado, sus padres decidieron ir al pueblo de los abuelos y buscar allí a alguien que le explicara en qué consiste realmente ser agricultor. Tuvieron suerte, porque dieron con la eficiente responsable de una cooperativa regional, que enseguida les concertó una entrevista con un socio suyo, que el campo está muy necesitado de vocaciones, y no es cuestión de desperdiciar ninguna.

Al día siguiente fueron Pablito y su familia a la explotación de Jose. Este había sacado el tractor grande del garaje para impresionarle un poco, pero decidió empezar por los contras de la profesión para que no la idealizara.

—»Efectivamente»,– explicó José, —»los agricultores hacemos muchas cosas distintas: somos un poco meteorólogos porque dependemos muchísimo del clima, por ejemplo tenemos que esperar el momento propicio para sembrar y una granizada puede dar al traste con una cosecha entera. Por fuerza también somos también un poco electromecánicos, para entender qué le pasa al tractor cuando empiezan a encenderse las lucecitas rojas de aviso. Bueno, eso en el viejo, hoy en día tenemos que estar al día de las últimas tecnologías, porque los tractores nuevos tienen un ordenador a bordo con el que se gobierna todo: el propio tractor, los aperos, la señal de satélite, los miles de datos que se generan al trabajar…y todos esos datos luego van al ordenador de casa para poder analizarlos tranquilamente. Así que, Pablo, ya te puedes aplicar en el cole con las matemáticas y la informática, porque te van a hacer mucha falta»—, advirtió Jose al niño.

«En general», continuó el agricultor, «somos un poco científicos, ya que necesitamos saber cómo se comporta nuestro suelo para ver si es necesario añadir abonos o no, y de qué tipo. Para ello, debemos tener conocimientos de edafología y química. Ah, y también de biología, para poder identificar los distintos seres vivos que pueden atacar a nuestros cultivos, – malas hierbas, hongos, plagas de insectos o incluso animales herbívoros como conejos y corzos- y saber qué hacer cuando aparecen, porque te la pueden liar en un momento como te descuides». Pablo empezaba a mostrar cierta desazón; en la granja escuela no le habían contado nada de esto, y las mates las llevaba un poquito regular.

Pero Jose decidió seguir un poquito más. —»Los agricultores también somos un poco «de letras»: cada cierto tiempo salen o cambian leyes que dicen qué está permitido hacer y qué no, y tenemos que respetarlas, claro. También necesitamos entender qué quieren decir las leyes y todas las normas sobre las ayudas de la PAC (de eso ya tendrás tiempo de enterarte, añadió bajito) o de los seguros agrarios que contratamos, llevar las cuentas de nuestro propio negocio…en definitiva, sobrevivir al papeleo».

La cara de Pablo ya era un poema, así que Jose optó por cambiar de tercio, al fin y al cabo se trataba de un niño que ni siquiera había empezado la ESO.

—» Obviamente, aunque conviene estar bien formado para esta profesión (como para cualquier otra, realmente), no puedes dominarlo todo. Así que para ser un agricultor moderno y profesional, aparte de formarte bien, lo mejor es hacerte socio de una buena cooperativa. En ella puedes encontrar técnicos que te ayudarán en todos (o casi todos) los problemas que te puedan salir, te darán oportunidades para seguir formándote, lo mismo incluso te ayudan con el papeleo, y lo que es más importante ellos se encargarán de buscar compradores para todo lo que producen los socios. Es algo que también podrías hacer tu, si te lo montas muy bien, pero créeme, eso de que ellos se encarguen de innovar, de buscar mercados, y todas esas historias de marketing para que tu recibas un precio razonable por tu trabajo….eso, no tiene precio»—.

El muchacho parecía más aliviado, y Jose decidió poner la guinda a la entrevista. Se subió al tractor, lo arrancó y animó a Pablito a subirse con él. Justo ese día tocaba sembrar en una parcela cercana, así que iba a hacerle una demostración práctica: le dejó conducir un poquito, le enseño cómo la sembradora ajustaba la cantidad de semilla en función de la calidad del suelo, cómo podía incluso dejar que el tractor se condujera y trabajara solo gracias a su antena GPS. —»Pues esta es mi oficina, Pablo»—. Y en ese momento el niño tuvo claro que quería seguir siendo agricultor.

Redacción: Caridad Calero

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