Tres ejemplos de fructífera colaboración entre ecologistas y agricultores y ganaderos

Olivares Vivos’, de SEO-BirdLife. ‘Montañas Pasiegas’ de la Fundación Naturaleza y Hombre. Y ‘Zitrus’, de WWF. Tres ejemplos de colaboración entre organizaciones ecologistas y agricultores y ganaderos que muestran el éxito de trabajar juntos y no enfrentados, sobre todo en estos tiempos de emergencia sanitaria; tiempos en los que ojalá nos volvamos más cuidadosos en la atención a la salud de la naturaleza y de todos nosotros, del campo y de nuestros alimentos. Sus responsables nos cuentan los tres proyectos.

Resulta mucho más rentable para todos que agricultores y ganaderos trabajen con y a favor de la naturaleza, que enfrentando ambas partes; algo, por otro lado, ilógico a corto plazo y desastroso a medio y largo plazo.

Por eso, hoy nos detenemos en tres proyectos de ONGs conservacionistas que apuestan por compatibilizar el desarrollo de la vida profesional en el campo y la defensa de una naturaleza sana y completa, rica en biodiversidad, la mejor garantía de salud para todos, humanos y no humanos.

Tres ejemplos concretos como muestra de que trabajar unidos es el mejor camino. El win win, dicho con un término anglosajón de moda.

Olivares unidos a biodiversidad

Ahí tenemos Olivares Vivos, el proyecto de SEO-BirdLife que apuesta por unos olivares ricos en vida natural, en biodiversidad, no simples cultivos productivistas que descarnan la tierra. Nos lo cuenta José Eugenio Gutiérrez, coordinador del proyecto y delegado de esa ONG en Andalucía. Él es de Torredonjimeno (Jaén), y ha vivido en primera persona el empobrecimiento de este agrosistema.

“Desde joven fui muy aficionado a observar aves, y sabía que los olivares, en los que trabajaba mi familia, eran un buen lugar para avistarlas. Pero con el tiempo sufrí una relación de amor/odio, porque con la entrada de España en la UE, llegó una etapa productivista de la agricultura y asistí al empobrecimiento de los olivares, a cómo iban perdiendo su biodiversidad. Eso me empujó desde entonces a trabajar por unos olivares vivos”.

Y en ello lleva muchos años. Oficialmente, el proyecto, apoyado con Fondos Life de la UE, arrancó en 2015; tras la prórroga por la emergencia sanitaria de la covid-19, durará hasta la primavera del próximo año.

Trabajan en 20 olivares (unas 3.600 hectáreas) en un eje que atraviesa Andalucía, desde la Sierra del Segura hasta la Sierra de Grazalema, en las provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Granada y Málaga.

Sobre esos 20 olivares se aplican una serie de actuaciones encaminadas a recuperar su riqueza natural. “Es que en Andalucía son más de millón y medio de hectáreas de olivares, y en España, unos dos millones y medio. Así que se le puede considerar un medio clave para frenar el cambio climático y la pérdida de biodiversidad”.

SEO-BirdLife trabaja sobre 20 olivares demostrativos, cada uno de los cuales cuenta con un par, un hermano, sobre el que no se desarrollan las prácticas contempladas en el proyecto, para poder monitorizarlos, comparar y sacar conclusiones de una manera muy clara y empírica.

Cubierta herbácea frente a erosión y cambio climático

La clave del olivar vivo es cuidar su cubierta herbácea; están comprobando que de esa manera, aparte de evitar la erosión del suelo y la formación de cárcavas, mejora en un tercio la biodiversidad y la retención del agua.

Un suelo vivo atrae hormigas, insectos polinizadores, pájaros…, construye el puzle de la biodiversidad, y además duplica su capacidad en la retención de carbono, algo que debemos considerar fundamental en la lucha frente al cambio climático”, explica José Eugenio.

Aparte de aplicarse para mantener esa cubierta herbácea buena parte del año, Olivares Vivos también incide en la restauración de zonas improductivas del olivar, como pueden ser cárcavas y bordes de caminos, para restaurarlas y recuperar la vegetación natural.

“Hemos plantado más de 40.000 ejemplares de especies arbustivas de la zona”.

Una tercera actuación pasa por lo que José Eugenio llama muy gráficamente “amueblar el olivar”, aprovechando cualquier elemento que albergue para crear vida: que si unas cajas-nido o unos postes como posaderos de aves, que si unos refugios para murciélagos en alguna construcción abandonada, que si unas islas flotantes en las balsas de riego… Pequeños detalles con grandes resultados, para ir construyendo biodiversidad.

La mayor satisfacción que puede tener el coordinador del proyecto es que ya han recibido 450 solicitudes para aplicar las buenas prácticas del proyecto a cambio de una certificación que se pondrá en marcha con la etiqueta ‘Olivares Vivos’ para el aceite –aquí sí puro oro líquido– que salga de ellos.

Rebecos y salmones en los Valles Pasiegos

Carlos Sánchez, presidente y fundador de la Fundación Naturaleza y Hombre, nos cuenta que llevan ya 20 años trabajando en los valles pasiegos, tanto en su vertiente cántabra como burgalesa, más alguna incursión en los valles aledaños vascos, como Las Encartaciones. Todo para enriquecer naturalmente esa comarca, una de las que más actividad ganadera sigue atesorando en España.

Sus proyectos abarcan, cómo no, la recuperación de especies: Reintrodujeron 24 rebecos, animal que había desaparecido en el siglo XX de la zona, procedentes de Picos de Europa, y ahora ya hay más de 200, y han facilitado con pequeñas presas y escalas en el río Miera la migración de salmónidos aguas arriba, han lograron que vuelvan a reproducirse así tras dos siglos sin hacerlo.

Recuperación de especies animales, y también de bosques: “Hemos plantado más de 250.000 árboles”. Robles, hayas, abedules, tilos, fresnos, serbales, mostajos, acebos… Y también bosques de ribera, con alisos, fresnos, sauces, avellanos…

Directamente relacionada con el mundo ganadero está su adquisición de fincas dispersas con una extensión de más de 100 hectáreas para conservar razas autóctonas, como el caballo losino, la oveja lacha y la vaca roja pasiega. Este programa se entrecruza con el de recuperación de bosques y los productos resultantes se comercializan con un distintivo de calidad a través de la cadena de supermercados Lupa –empresa de capital español con sede social en Santander-.

Naturaleza y Hombre incide también en prácticas sostenibles del ganado, en su manejo, para que por ejemplo su pastoreo evite los incendios, tan frecuentes en la comarca pasiega. Carlos Sánchez reconoce cómo se han ido haciendo un sitio en el engranaje naturaleza/ganaderos: “Al principio nos miraban con cierta incredulidad, ahora ya nos ven como un agente más del territorio”.

Naranjas y mandarinas más respetuosas

Este viaje de Cultivando el Medio Ambiente se detiene en una tercera experiencia exitosa: el Proyecto Zitrus, de WWF, de cultivo de cítricos en el Valle del Guadalquivir. Nos lo cuenta el coordinador de Programas de Agricultura de la ONG en España, Felipe Fuentelsaz.

Zitrus, que echó a andar en 2017, abarca un millar de hectáreas en 12 fincas, con una producción que supera los 10 millones de toneladas anuales de fruta. “Es uno de nuestros proyectos estrella en la relación agricultura-naturaleza; hemos puesto mucho cuidado en él; lo seguimos muy de cerca”. Cariño y atención aportados por muchos lados.

Zitrus se puso en marcha gracias a un acuerdo de colaboración de esta ONG internacional con la cadena de supermercados alemana Edeka, que apoya económicamente el proyecto a cambio de comercializar en exclusiva esas naranjas y mandarinas en sus establecimientos con una etiqueta propia que lleva el famoso oso panda de WWF y que certifica que se cumple con una serie de parámetros que hablan de que otra agricultura es posible, y sostenible, en el entorno de Doñana.

Para empezar, está el compromiso en la máxima reducción posible de consumo de agua (siempre legal, claro; ya sabemos el problema que hay con los cientos de pozos ilegales que desecan el acuífero de Doñana) y de productos químicos, así como el seguimiento de una serie de prácticas –en la línea de lo que veíamos en Olivares Vivos- que faciliten una biodiversidad rica. Para que haya naturaleza arropando a los árboles frutales, fomentan cualquier detalle, desde los posaderos de rapaces a los setos y lindes vivos.

Otro win win en el que salen ganando los dos extremos de la cadena: por un lado, la naturaleza; por otro lado, los consumidores, quienes, gracias a que están dispuestos a pagar un poco más por consumir una fruta más sana, contribuyen a que los agricultores puedan recibir un precio, como subraya Fuentelsaz, “justo”. Redondo. El círculo perfecto.

Autor: Rafa Ruiz / El Asombrario

Artículos relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *