Las Reservas de la Biosfera
Las reservas de la biosfera son territorios con espacios naturales singulares, de alto valor natural y representativos de ecosistemas, no alterados por la acción humana, y en los que se compatibiliza y concilia la conservación de dichos ecosistemas y su diversidad biológica, sus especies, sus paisajes y su cultura, con el desarrollo económico y social sostenible la población que lo habita.
Introducción
Esta figura fue creada por la UNESCO, entidad que otorga el reconocimiento, en 1974 para galardonar y poner en el mapa internacional a territorios de alto valor natural en los que sus habitantes han utilizado tradicionalmente sus recursos de manera que han podido perdurar y llegar a nuestros días prácticamente sanos y salvos.
La creación de las reservas de la biosfera se enmarcó dentro del Programa MaB (Hombre y Biodiversidad, en sus siglas en inglés) de la UNESCO, y es anterior incluso a la concepto de desarrollo sostenible, acuñado por la Comisión Brutland en 1987.
La idea clave consistía en “encontrar y delimitar escenarios donde el desarrollo humano sea compatible con la conservación y protección de esos espacios”, y el objetivo era “salvaguardar esos territorios en los que la convivencia en armonía entre el hombre y su entorno ha permitido conservar paisajes de gran valor natural y cultural”. Así pues, el propósito de protección es doble: tanto la biodiversidad y los ecosistemas como las formas tradicionales de explotación sostenible de los recursos naturales por la población local.
Son territorios designados por la UNESCO, a petición de los gobiernos nacionales, para experimentar y aplicar planteamientos innovadores de gestión integrada de la diversidad biológica y los recursos terrestres, marinos, costeros y de agua dulce; así como para desarrollar acciones locales apropiadas para la utilización racional de los recursos naturales y encaminadas al progreso social y económico de la comunidad. Con enfoque local pero también global, ya que estos lugares se integran en la red de reservas de sus propios países y también en la internacional. Así, se promueve el intercambio de información entre todas las experiencias y puede servir para otras, y demostrar que desarrollo y conservación pueden ir de la mano.
La Red española de Reservas de la Biosfera
Actualmente, hay reservas de la biosfera en 124 países del mundo, con 701 sitios y en ellas viven más de 250 millones de personas.
España, con 52 reservas, es el país con mayor número de reservas de la biosfera del mundo. Se distribuyen en 16 de las 17 comunidades autónomas, varias extienden su espacio en más de una comunidad y tres son transfronterizas; es decir, su territorio pertenece a dos países (España y Portugal) y, de ellas, una es intercontinental (España y Marruecos).
La superficie total que abarcan las reservas españolas es de 504.645 km2, lo que supone el 12,4% de la superficie terrestre de España, y en ellas viven unos dos millones de personas.
La diversidad de ecosistemas representados en las 52 reservas españolas abarca una enorme amplitud sistemas terrestres y marinos, áreas costeras marinas e islas, cuencas hidrográficas, montaña cantábrica, montaña media y alta, paisaje mediterráneo, dehesas, marismas,
Como red cuentan con el soporte y apoyo para sus acciones comunes y funcionamiento del Organismo Autónomo Parques Nacionales (OAPN) del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico.
Hoy por hoy, estos territorios no tienen que contar de antemano con una protección definida ya que se vió qe en ocasiones no vivía gente en zonas como parques nacionales o naturales.
En 1995, se promulgó la Estrategia de Sevilla, para la Red Mundial de Reservas de la Biosfera, y pasó a ser un programa práctico en el que se incluía en estos territorios el concepto de sostenibilidad, el uso y la utilización sostenible de los recursos naturales, y esto asociado a un desarrollo socioeconómico del territorio.
En las reservas no hay ninguna restricción adicional en cuanto a usos, sino que tiene tener la capacidad de cumplir tres funciones fundamentales, las dos ya conocidas y una tercera que es el apoyo logístico.
La población impulsa el proceso de creación
Otra de las características de las reservas de la biosfera es la especial importancia de la implicación y participación de los habitantes de los territorios, porque la iniciativa para solicitar ese reconocimiento ha de partir de ellos y es imprescindible el acuerdo y consenso de todas las entidades locales para comenzar el proceso.
La UNESCO otorga ese reconocimiento a los territorios en función de la documentación presentada, que incluye un Plan de Manejo enfocado para armonizar los objetivos de las reservas, y que debe dejar claro si todo el tejido social, institucional, empresarial, etc., del territorio está apostando por la sostenibilidad social, económica y ambiental.
Así, una reserva de la biosfera es un territorio que tiene un compromiso ético y moral de sus habitantes, entidades locales, tejido empresarial y productivo, que pasan a formar parte de esa red mundial que les permite unos potenciales beneficios y posibilidades de desarrollo socioeconómico que antes no tenían.
Para poder cumplir con esas tres funciones, las reservas se organizan de acuerdo a tres grados de zonificación y uso: primero, una zona núcleo, en la que se debe cumplir la función principal de conservación de la biodiversidad. Esta zona está rodeada de un área de amortiguamiento, que protege este núcleo de los posibles impactos que pueda haber; y alrededor de esta última está la tercera, que es la de transición.
Esta zona está principalmente dedicada al desarrollo socioeconómico sostenible del territorio, es donde vive gente, y practica unos usos del territorio y sus recursos naturales sostenibles. Y han sido, además, los creadores de esos paisajes de un elevado valor, por sí mismos y porque la forma de trabajar que han tenido sus habitantes ha permitido que lleguen hasta nuestros días.
Las reservas de la biosfera no son áreas de restricción de actividades económicas de diversos tipos, pese a lo que se piense. Y esto es muy interesante para la gente que vive ahí, porque permite una serie de potenciales beneficios. La UNESCO les sitúa en un mapa mundial y se convierten en zonas con potenciales posibilidades de desarrollo socioeconómico, como atraer inversiones o captar subvenciones para el territorio, diferenciar sus productos y servicios con el distintivo de calidad de la marca “Reserva de la Biosfera”.
Hasta ahora hay nueve productos con esta distinción.
La Red Española de Reservas de la Biosfera y el ejemplo del Valle del Cabriel
La primera reserva de la biosfera española fue la Sierra de Grazalema, en Cádiz, que fue designada en 1977. Las ultimas fueron las del Valle del Cabriel, la del Alto Turia y la de La Siberia, en junio de 2019.
De estas, primera es la más grande y una de las más extensas del país en superficie terrestre, con 421.766 hectáreas, se extiende en tres comunidades autónomas, Aragón, Castila-La Mancha y Valencia, y abarca 52 municipios.
Todas ellas fueron solicitadas por los propios habitantes de los territorios, con el objetivo de contribuir a su desarrollo socioeconómico, y ser un motor para crear empleo, fijar y atraer población y luchar contra la despoblación, uno de los problemas más acuciantes de esas zonas.
El proceso de creación de la reserva del Valle del Cabriel comenzó a partir de un Plan de dinamización turística, donde se lanzó la idea que fue recogida de inmediato por los grupos de acción local de la zona.
Miguel Ángel Rubio, coordinador técnico de ADIMAN, Asociación para el Desarrollo Integral de la Manchuela Conquense, y uno de los grupos de acción local impulsores de la reserva, conoce de primera mano el proceso.
Ha sido largo en el tiempo y ha requerido muchísimas reuniones «con los ayuntamientos y sus equipos de gobierno, para explicar de qué se trataba el proyecto y, sobre todo, qué implicaciones tenía para los territorios y los vecinos. En todo el proceso participativo se han implicado más de 1.200 personas, que normalmente eran los propios vecinos de los pueblos».
En las reuniones con las administraciones locales y talleres informativos con la población se explicaban los beneficios que podría reportar este proyecto «partíamos de un territorio que ya tenía algunas figuras de protección, como la Red Natura 2000, LIC (Lugar de Importancia Comunitaria), ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves), parques y reservas naturales, etc.»
«La figura de reserva de la biosfera es un reconocimiento internacional, que no tiene su propia normativa pero sí requiere un compromiso. Es decir, que no implica restricciones adicionales sobre las que ya estaban establecidas, pero ese reconocimiento implica un reconocimiento más para la promoción del territorio.»
«Y, aunque no iba a ser la panacea que solucionara los problemas de despoblación, envejecimiento o paro, sí es una herramienta más que puede ayudar a mejorar la calidad de vida y el desarrollo socioeconómico del mismo.»
«Además de ayudar a introducir nuevos modelos de gobernanza, mayor implicación y participación de la población, crear identidad y ser partícipe de algo importante como cooperar a la conservación de su entorno y dejarlo como legado a las siguientes generaciones. Porque territorios rurales puede haber mucho, pero con altos valores naturales y culturales a nivel mundial, no tantos.»
Justamente, enfatiza Rubio, esos aspectos son «los que valora en primer lugar la UNESCO, que se cumpla con esos requisitos junto con la capacidad de sus pobladores de desarrollar métodos de conservación y explotación de los territorios basados en los usos tradicionales de los mismos con criterios de sostenibilidad».
Otras ventajas más evidentes para la población rural es que «al contrario de lo que se piensa, está demostrado que la existencia de espacios naturales protegidos es un factor dinamizador del tejido socioeconómico de la zona, porque el reconocimiento como reserva de la biosfera es internacional. Es una oportunidad de utilizar muy inteligentemente en marcas propias.»
Igualmente se puede «participar en programas exclusivos para el desarrollo territorial, a los que otras zonas no pueden acceder o la mejora en posibilidades de acceso a financiación específicos de proyectos europeos que se pueden enmarcar en estrategias de planificación del territorio, que incluyan criterios de sostenibilidad»
También está la iniciativa de la Secretaría de Estado de Turismo de crear un producto turístico diferenciado por su ubicación en reservas de la biosfera, que promueve Turespaña. En definitiva, se entra en un club internacional muy selecto.»
Al ser una reserva tan extensa, con tantos municipios, obviamente estaban gestionados por prácticamente todos los partidos del arco político. «En general, la idea era bien acogida por todos. Aunque también había excepciones. Pero, el espíritu de las reservas de la biosfera es que es un espacio de consenso y la propuesta debe contar con documentos de aceptación de las corporaciones locales y autonómicas. Y hay que tener en cuenta, además, que en el tiempo del proceso ha habido elecciones locales y cambios en algunos casos».
Ahora, ya obtenido el reconocimiento de la UNESCO, el trabajo pendiente es «consolidar el órgano de gestión, volver a trabajar con la población local para refrescar la participación, elaborar el plan de gestión de la reserva y desarrollar en el diseño e implantación de la marca Reserva de la Biosfera Valle del Cabriel y productos ecoturísticos».
Y, precisamente, este sector es el que, a corto plazo, más fácil lo tiene porque «al día siguiente del reconocimiento ya pueden poner que están aquí emplazados, porque están aquí y todo el mundo sabe qué es una reserva de la biosfera.
En cualquier caso, uno de los valores fundamentales de la participación de la población es una muestra de «altura de miras, porque es un proyecto a largo plazo, del que en muchos casos los más beneficiados son las generaciones futuras.»
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