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El 2020 ha sido declarado por la FAO como el Año Internacional de la Sanidad Vegetal, que bajo el lema “Proteger las plantas, proteger la vida”, quiere poner el foco en la importancia de la sanidad vegetal y la protección de cultivos para acabar con el hambre, reducir la pobreza, proteger el medio ambiente y estimular el desarrollo económico.
Se trata de un momento idóneo para poner en valor el trabajo de todo el sector agrícola a la hora de proteger los organismos que producen el 80% de los alimentos consumidos por la humanidad. Sin mencionar que la actividad fotosintética de las plantas (y otros microorganismos como las microalgas) produce el 98% del oxígeno que respiramos.
Es el momento idóneo de acercar el concepto de la sanidad vegetal a la sociedad.
El consumidor debe ser consciente de que las técnicas, tecnologías e investigaciones desarrolladas en el ámbito de la sanidad vegetal, sirven para proteger los cultivos de amenazas como las plagas u hongos, que provocan al año pérdidas de hasta el 40% de los cultivos destinados a la alimentación.
Pero la sanidad vegetal no solo es algo exclusivo del sector agrario, o más bien no es solo responsabilidad de los agricultores. Todos, como sociedad, tenemos una responsabilidad en este aspecto.
Imagina que has ido de vacaciones a la Amazonía, has disfrutado de la flora y la fauna del lugar y como recuerdo decides traer una pequeña flor exótica,… porque total: “por una sola, no pasará nada”. Consigues llegar a destino con la planta escondida en tu maleta y cuando finalmente llegas a casa, la plantas en tu terraza y/o balcón. Puede darse el caso que junto a la planta hayas traído un hongo y/o insecto que se adapte estupendamente a su nuevo hogar, se propague de forma rápida y descubra que los cultivos de nuestro país son ideales para alimentarse y/o infectarlos.
Conclusión: por una pequeña acción que pudiera parecer inofensiva, podemos poner en riesgo un sector clave en la economía de nuestro país como el agro-alimentario.
Sin embargo, en este artículo no hablaremos de esta problemática, pues para ello, algunas entidades cómo la Junta de Andalucía ya han puesto en marcha campañas cómo “Nuestros cultivos en tus manos” donde explican a la sociedad el riesgo que supone traer plantas y frutas de otros países.
Si llegados a este punto aún no piensas que nos enfrentamos a algo grave, recomendable leer este artículo de Cajamar donde explican de forma detallada la evolución de la Xylella fastidiosa, una enfermedad que se detectó por primera vez en Europa en un olivar del sur de Italia y cuyo origen se encuentra en Centroamérica. Esta enfermedad es sumamente peligrosa para cultivos tan importantes en la agricultura española como el olivar, la vid o los cítricos.
Tampoco hablaremos en este artículo de la nueva estrategia de la UE “Farm2Fork”, por la cual se ha marcado como objetivo reducir un 50% el uso de productos fitosanitarios, teniendo en cuenta que muchas de las materias activas en uso tienen difícil remplazo ahora mismo. Sobre todo, a corto plazo, y más, sabiendo los plazos exigidos por las autoridades para que una materia activa de protección vegetal sea aprobada, que superan fácilmente los dos años.
Vamos a poner el foco en desarrollos tecnológicos y las innovaciones que están teniendo lugar a lo largo del planeta con el fin de proteger nuestras fuentes de alimentos y ayudar a los agricultores a enfrentar las plagas y enfermedades que amenazan sus cultivos.
Soluciones biológicas
Las empresas dedicadas a la investigación de nuevas materias activas para la protección de cultivos supieron anticiparse y, previendo el ‘giro verde dentro de las estrategias de la UE’, han comenzado a renovar sus catálogos de productos con el desarrollo de nuevas soluciones de protección de cultivos biológicas; estando muchas de ellas permitidas para uso en agricultura ecológica.
Estas nuevas soluciones biológicas cambian ciertamente el paradigma que tenían los agricultores a la hora de hacer los tratamientos fitosanitarios. Y es que, como en sanidad humana, estas soluciones se basan en el concepto “primero prevenir y llegado el caso curar” (nunca mejor dicho). Así, la mayor parte de ellas, están ideadas para ser usadas de forma preventiva e incluso de forma complementaria al uso de otras materias activas con el fin de reducir el uso de fitosanitarios de forma global a lo largo del ciclo de cultivo.
Gestión Integrada de Plagas
La gestión integrada de plagas (GIP), para los que no estén habituados a tratar temas agrícolas, es una estrategia que asegura la sanidad vegetal, gracias al uso combinado de diferentes técnicas: biológicas, recurriendo a enemigos naturales de plagas; promover la biodiversidad de cultivos y márgenes florales para dar cobijo a la fauna auxiliar del cultivo; uso más responsable de fitosanitarios, tratando en la dosis justa y en el momento justo, siempre intentando prevenir.
Esta estrategia también hace uso de variedades resistentes a plagas y enfermedades, teniendo igualmente una componente biotecnológica y de mejora de cultivos importante a fin de reducir el uso de fitosanitarios a lo largo del ciclo de cultivo.
En definitiva, la GIP, una estrategia que aporta valor al cultivo y que en la actualidad se aplica en una gran parte de los invernaderos de Almería.
Robótica aplicada a la sanidad vegetal
Los desarrollos tecnológicos aplicados al sector agrícola han experimentado un boom en los últimos años. Si hablamos de tecnología, nuestra mente tiende a irse directamente a tractores hipertecnológicos o drones que ayudan a diferentes tareas en el día a día del agricultor.
Sin embargo, resulta interesante ver el desarrollo de la robótica en este aspecto.
Diferentes desarrollos robóticos orientados a la protección de cultivos han demostrado que permiten actuar de forma preventiva y localizada. Lo que conlleva un ahorro de costes, de tiempo en la gestión del cultivo y de reducción de productos fitosanitarios.
Así nos encontramos desarrollos tan interesantes como ecoRobotix, un robot equipado con una potente IA (inteligencia artificial) que le permite identificar todas las plantas del cultivo, diferenciando e identificando las malas hierbas, pudiendo aplicar la dosis justa de herbicida, lo que de hecho, supone un gran ahorro para el agricultor ayudando a la par a preservar el medio ambiente al realizar una protección de cultivos más sostenible.
Cómo hemos visto, la sanidad vegetal y la protección de cultivos son elementos clave para asegurar el abastecimiento de alimentos de calidad en la cantidad suficiente para alimentar a una población creciente.
Las estrategias seguidas hasta el momento en esta labor agrícola podrían no ser del todo respetuosas con el medio ambiente; sin embargo, el sector se está “poniendo las pilas”, sirva la expresión para poner de relevancia el enorme incremento de la inversión en innovación, desarrollos tecnológicos y nuevas estrategias de protección de cultivos que buscan alcanzar una agricultura más sostenible, en concordancia con lo que demanda la sociedad.
Para finalizar, hazte esta pregunta… Si no protegemos nuestras plantas y cultivos; ¿cómo protegeremos nuestra alimentación?